Cliente Misterioso(III): Restaurante El Embrujo

0
992
Restaurante Embrujo

Y volvemos a la carga con la sección que más triunfa entre los empleados de Colectivia. En esta ocasión Izaskun, nuestra comercial de viajes y escapadas, se ha pegado un homenaje en El Embrujo. Un restaurante bilbaino que cautiva. Os dejamos con su crónica.
No sé si fue por las ansias o por el horrible tiempo del sábado 14 de abril, pero el caso es que a las 22:25, cinco minutos antes de lo acordado, ya estábamos en el EMBRUJO DE BILBAO listos para cenar con nuestros bonos de COLECTIVIA. En seguida nos acompañaron al comedor, en la planta baja, y nos invitaron a acomodarnos donde quisiéramos. Elegimos una mesa del fondo del comedor, un comedor acogedor pero grande, romántico pero suficientemente iluminado; vamos, que si ésto no fuera un blog formal se podría decir que muy «mono».
El EmbrujoNada más sentarnos, un camarero nos recordó que las bebidas no estaban incluidas en el bono, y nos ofreció un maridaje de cuatro caldos que casaban con los platos del menú; una opción muy tentadora si no se tiene que conducir después. Desgraciadamente, no era el caso, así que hubimos de conformarnos con un maravilloso crianza de nombre Gontes servido a través de un sofisticado colador, que al mismo tiempo ayudaba a oxigenar el vino. Una acertadísima decisión que debemos a lo bien asesorados que fuimos por parte del camarero de antes.
Y empezaron, sin apenas espera, a servir la cena. Primero, un finísimo carpaccio de pulpo. Una forma fácil de ganarse a dos apasionados del pulpo como nosotros. Lo mismo se puede decir de los dos langostinos que vinieron después, quizá el mejor plato de la noche. De tercer entrante, un pequeño borrón; un foie que nadaba en una salsa de caramelo que ciertamente mataba su sabor además de dificultar su «pesca» para poder ser degustado.
En cuanto a los platos principales, una ración de atún rojo, bueno en general pero con un punto más de sal de lo recomendable (cuestión de gustos) y otra de cochinillo asado, que aunque supimos apreciar, no se encuentra entre los platos que hubiésemos elegido de la carta; cosas de los menús cerrados… Terminamos con una tarta que a ambos nos convenció, acompañada de un helado algo más discreto, y un obsequio en forma de copa de cava para brindar.
En definitiva, un buen local, con un buen y rapidísimo servicio y una cena variada y agradable en líneas generales para amenizar una tarde-noche típicamente bilbaína, oscura, triste y lluviosa; aunque poco importó, ambos quedamos totalmente EMBRUJADOS.